jueves, 13 de junio de 2013

Hagler y los bobbies

En 1829, el poco antes nombrado ministro de Interior británico, Sir Robert Peele, creó la policía metropolitana de Londres, cuyos miembros comenzaron a ser conocidos popularmente primero como peelers, pero más tarde (y para siempre) como bobbies. Poco más de un siglo y medio después, en septiembre de 1980, uno de los grandes nombres del boxeo inglés (o irlandés, para los naturales de este país) iba a necesitar la ayuda de un nutrido grupo de esos policías para intentar salir de un ring sin ningún percance físico. Ni más ni menos que el gran Marvin Hagler.


Aunque bastantes conocemos la etapa de esplendor de "marvelous", su carrera no fue tan fácil como cabe pensar. Nacido en New Jersey pero establecido en Massachusetts, debuta con menos de 20 años y comienza a acumular experiencia en los ring de este último estado. A comienzos de 1976 encaja dos derrotas (Bobby Watts y Willie Monroe) que le obligan a concienciarse de que debe mejorar. Así, inicia una brillante racha de victorias que le llevarían, en noviembre de 1979, a Las Vegas para asaltar los títulos mundiales de la categoría del peso medio (WBA y WBC, los dos organismos de la época) en poder del ítalo-estadounidense Vito Antuofermo. Hagler tuvo la pelea controlada hasta los últimos rounds, en los que dejó recuperarse y maniobrar al campeón, quien finalmente pudo mantener su faja de forma muy ajustada.

Tras volver a la senda positiva a comienzos de 1980 con tres nuevos combates, Hagler encontraba otra oportunidad al título. Esta vez frente al verdugo de Antuofermo, el inglés Alan Minter. "Boom Boom" Minter, medallista de bronce en Munich, había sido campeón británico y europeo antes de tener la oportunidad mundialista en marzo de ese mismo año, 1980. En combate cerrado y con opiniones de todos los tipos, había logrado arrebatar el cinturón al púgil nacido en Italia. Tres meses después se hacía un rematch, esta vez en Londres, donde el británico era muy superior al excampeón y le derrotaba por TKO en el 8º. La pelea con Hagler sería, pues, su segunda defensa. En su debe, una pelea por el campeonato de Europa que acabó en tragedia, contra el bravo Angelo Jacopucci (julio de 1978).


El 27 de septiembre de 1980 se produjo el esperado choque, con el Wembley Arena de Londres como escenario, un recinto cerrado próximo al mítico estadio de fútbol de la capital. El combate, además, venía precedido de cierta polémica. Minter había comentado que "no dejaría que ningún negro le arrebatara el cinturón"; por su parte, el excampeón europeo Kevin Finnegan, rival de ambos, comentó que el púgil estadounidense se había negado a darle la mano diciendo que "no tocaré carne blanca". Algo sospechoso, si tenemos en cuenta que sus entrenadores eran blancos. También hay que dejar claro que el bueno de Minter, más tarde comentaría que todo lo que dijo era típica habladuría anterior a la pelea. Por otra parte, hubo quien llamó a la venganza porque el galés Johnny Owen permanecía en coma en un hospital de Los Angeles tras su combate una semana antes con Lupe Pintor.

Unas cosas y otras habían ayudado a caldear el ambiente. Un ambiente, por lo demas, impresionante, como prácticamente sólo saben crear en las islas británicas. Como siempre, emotivo el himno inglés (God Save the Queen), coreado por 10.000 gargantas que abarrotaban el recinto. Carlos Berrocal, el tercero en el ring, daba el visto bueno para el campanazo inicial y todo comenzaba. Dos púgiles zurdos. Minter de mayor envergadura, Hagler más fuerte y musculado. El campeón llegaba a la cita con un récord de 38-6-0, mientras que el aspirante presentaba una tarjeta de 49-2-2.

No hubo round de estudio, sino que ambos púgiles pronto iniciaron una cruenta guerra. El intercambio de manos fue constante y pronto se vio que Hagler hacía más daño en su rival. Sin embargo, fue este quien logró, a base de coraje y empuje, llevar al aspirante un par de veces contra las cuerdas. Asalto muy igualado este primero. El segundo empezó con la misma acción, pero Hagler pronto empezó a usar más la derecha como arma ofensiva de primer nivel. Tras una mano fallada del aspirante, Minter hizo un gesto como llamando a su adversario mientras la multitud rugía. El campeón se fue hacia adelante, pero Hagler respondió con una fuerte combinación derecha-izquierda nítida al rostro del británico que hizo que este tuviera que agarrarse. El aspirante empezaba a mostrar su poder de destrucción. 

El minuto y medio que faltaba para que terminara el round fue una sucesión de manos duras por parte del estadounidense, a las que su rival sólo podía oponer empuje y algún golpe aislado. En los últimos 10 segundos varias manos aflojaron las piernas del púgil europeo. También pudo darse un leve golpe con la cabeza, porque Minter enseguida se echó mano a su ojo izquierdo. Nadie, sin embargo, protestó la acción, por lo que quizá se debiera a un golpe. Al iniciarse el tercer round, el local se hallaba cortado en zonas cercanas a los dos ojos. 

Este tercer asalto siguió con la misma tónica que el anterior: control de Hagler y golpes nítidos. Cuando se llevaba un minuto, una derecha en carrera de este y un posterior intercambio hizo que comenzara a sangrar profusamente el ojo izquierdo del campeón, que estaba a merced de su oponente. Hagler metió 7 manos seguidas, una de las cuales hizo que Minter retrocediera; cuando pudo agarrarse, junto a su esquina, el árbitro paraba el tiempo y hacía que se le limpiara la sangre. Bastaban unos segundos  y una mirada al corte para que Berrocal parara el combate. Los cortes eran peligrosos, especialmente el de la ceja izquierda y la superioridad en ese momento ya era mucha para el nuevo campeón. 

Hagler se arrodillaba con los brazos en alto mientras que los cuatro miembros de de su equipo salían a abrazarlo. El referee le sujetó de la mano derecha para que se levantara y pudiera proclamarlo nuevo campeón mundial del peso medio (WBA y WBC) pero, en ese momento.... comenzó la lluvia de objetos y recipientes de cerveza sobre el ring. Unas impactaban sobre la lona, otras sobre las primeras filas, donde la gente se cubría la cabeza con sus sillas. Era un absoluto caos. Berrocal fue el primero en abandonar el barco (mal capitán) y ahí dejó a Hagler y su equipo. Estos formaron un escudo humano para resguardar al nuevo monarca mundial y consiguieron salir del ring mientras la lluvia continuaba.

Y en ese momento llegaron los bobbies, los otros protagonistas. Impecablemente uniformados, se pusieron a un lado y a otro del equipo y, haciéndose hueco rápida y eficientemente, lo condujeron hacia vestuarios. Lentamente, los ánimos volvieron a la calma. Hagler, sin embargo, no pudo ser proclamado efectivamente sobre el ring nuevo campeón del mundo. Comenzaba aquí un reinado de casi siete años en el que sólo Durán le aguantó los 15 o 12 rounds (es ya la época en la que el WBC recorta los títulos de campeonato tras el incidente de Ray Mancini vs Deuk-Koo Kim y el resto de organismos acabaría incorporando la medida) e, incluso, le plantó muchísima cara. El reinado, que llegaría a abarcar los tres cinturones tras el nacimiento de la IBF, acabaría de manera ajustada e incluso debatible cuando Leonard le derrotó en aquel mítico enfrentamiento. 

Minter, por su parte, haría tres combates más a lo largo de 1981. Tras la derrota con Mustapha Hamsho en el segundo de ellos por puntos y, sobre todo, el TKO sufrido ante Tony Sibson con el título de Europa en juego, decidió poner punto y final a su carrera.


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