martes, 30 de julio de 2013

El gran duelo: Benito Canal vs Mariano Echevarría



En su extraordinario relato The Duel: a military story, Joseph Conrad narraba los diversos enfrentamientos que dos oficiales de la caballería napoleónica  desarrollaban en los primeros 15 años del siglo XIX: D’Hubert y Feraud se veían enfrascados en diferentes duelos en los que el honor estaba en juego. Ridley Scott adaptaría la obra en su primera y magistral película, The Duellist (Los duelistas, 1977)

En el mundo del boxeo también se han dado rivalidades similares a las que Conrad describió. Normalmente se recuerda la serie entre Jake La Motta y Sugar Ray Robinson que culminó en el último, el de “La matanza del día de San Valentín”. Menos conocidos, Sam Langford y Harry Wills llegaron a pelear 18 veces entre 1914 y 1925; Langford, por cierto, también se enfrentó 13 veces a Joe Jeannette y otras tantas a Sam McVea. Casos más recientes y conocidos son los de Nishioka vs Veeraphol Sahaprom, Beibis Mendoza vs “el búfalo” Álvarez y, sobre todo, Israel Vázquez vs Rafael Márquez y Manny Pacquiao vs Juan Manuel Márquez, sagas compuestas por cuatro combates. Incluso en nuestro país, Valery Yanchi y Silvio Olteanu han tenido su tetralogía y la quinta pelea estaba programada como defensa obligatoria del cinturón de campeón europeo mosca (cinturón que ha dejado vacante recientemente). 

Anuncio de uno de los combates (el 3º)
La rivalidad de la que hoy vamos a hablar no resulta excesivamente conocida, pero no por ello fue menos apasionante. La protagonizaron Benito Canal y Mariano Echevarría a lo largo de la década de los 60. El número de pesos pesados era escaso en una España cuya prensa todavía recordaba los éxitos de Paulino Uzcudun en la categoría máxima, lo que posibilitó que estos dos púgiles batallaran entre sí una y otra vez.  Junto a otros, que generalmente subían del semipesado para conseguir una mejor bolsa, fueron los exponentes de la división durante toda la década.

Echevarría era originario de Bilbao había nacido a principios de 1936 y debutado en el boxeo profesional en 1957. Tan sólo un año después se proclamaba campeón de España del semipesado, título que disputaría otras 5 veces (con 3 victorias). Canal, por su parte, había nacido en Orense, en concreto en Fontao, una aldea del concello de A Merca. Había emigrado con su familia a la misma ciudad vasca, donde compaginó trabajos de electricista con la carrera amateur, en la que hizo unas 30 peleas. 

Benito Canal en los 60
Aunque en alguna entrevista Canal habló de que su debú se produjo en una pelea de 1962 por el título de España, al parecer ya había realizado algunas peleas antes. Una de ellas, documentada por la propia entidad, se produjo en la Navidad de 1960, en el marco de una gala de Navidad celebrada en el Frontón del Club Deportivo de Bilbao. Su rival… Mariano Echevarría, que sí que contaba este enfrentamiento. Echevarría venía de perder el cinturón del peso semipesado por descalificación ante Luis Vicente Serra. Hubo un golpe tan duro por parte del vasco que Serra cayó a la lona haciendo gestos ostensibles de que había sido dañado muy por debajo de la cintura; trasladado a los vestuarios, los médicos de la Federación comprobaron (ni imagino de qué manera) de que había existido el golpe bajo, por lo que el atentido era proclamado nuevo campeón por descalificación de su rival. 

En este primer duelo, celebrado el 24 (o 25, según otras fuentes) de diciembre de 1960, el más experimentado Echevarría dominó a Canal y se imponía por puntos en 8 rounds. Canal no reaparecería hasta un año después, disputando 3 combates en 2 meses y teniendo otro parón, lo que puede dar veracidad a sus palabras de que quizá no había entrado del todo en el profesionalismo. Por su parte, Echevarría vivía una buena etapa, al alzarse en abril de 1961 con el título de campeón nacional del pesado al derrotar al campeón, José González Sales.

Este era el título que estaría en juego el 9 de septiembre de 1962 cuando los púgiles se encuentren por segunda vez. El escenario, la plaza de Toros de Vista Alegre en Bilbao (recién estrenada tras el incendio de la Plaza Vieja), que presentaba una extraordinaria estampa con cerca de 9.000 personas siguiendo una velada que también supuso el último combate de Young Martín al caer derrotado por el local Víctor Carrascosa en 8 rounds. Canal ya era un mejor boxeador y, aunque pocos creían en él (hasta años después, él mismo, reconoció sus propias dudas), plantó cara en todo momento al campeón. El combate fue vibrante, con Echevarría buscando la corta distancia y el aspirante, más técnico, queriendo boxear. Al final, este decantó la pelea de su lado por puntos. Vicente Gil, que asistió a la pelea, anunció que se concedía a los dos púgiles la medalla de la combatividad. 

La primera defensa que el nuevo campeón llevó a cabo, el 20 de abril de 1963, tuvo lugar, con cierta lógica, en el mismo lugar y ante idéntico rival. Nuevamente un gran ambiente y un buen combate. Echevarría, con mucho menor peso que su rival, salió valiente y buscando acabar pronto el pleito. En el tercero mandó al campeón a la lona, con una combinación arriba y abajo; pero esta última mano fue demasiado baja, algo que volvería a repetir en el siguiente round. A partir de la mitad de la pelea, Canal pasó a dominar y en el nº 11 estuvo a punto de noquear a su adversario, al que salvó la campana. Al final, el campeón mantenía su cinturón al vencer por puntos. 

Vista Alegre, el escenario predilecto de este duelo

El siguiente enfrentamiento entre los púgiles, el cuarto, fue un enfrentamiento sorpresa. Canal había defendido un par de veces más el cinturón nacional pero, dado el número limitado de nombres españoles en esta división, se buscaban peleas con extranjeros.  Para el 3 de Abril de 1965 se había previsto su enfrentamiento con el alemán Albert Duscha (en realidad, un semipesado) en Bilbao. Escasísimas fechas antes de la cita, el teutón sufría un accidente de circulación y la velada (con el trotamundos Ángel García Robinson en ella) peligraba, por lo que se llamó a toda prisa a Echevarría, que aceptó el reto. Poco pudo hacer esta vez y caía derrotado por TKO en el 6º. 

En los meses siguientes, Echevarría clamó por una nueva oportunidad. Argüía que una lesión en la mano le había impedido rendir en los combates previos como debería haber hecho y que, tras un descanso, se encontraba en plenitud. Canal no se echó atrás y el 28 de noviembre de ese mismo año, esta vez en el Circo Price de Barcelona, volvió a subir al ring para enfrentar, a 8 rounds, a su ya conocido enemigo (aunque al parecer acabaron por llevarse bastante bien entre ellos). Canal, al contrario que otras ocasiones, comenzó dominando a su rival y anotándose con facilidad los primeros rounds. Después Echevarría se repuso, pero la pelea pronto decayó, tanto que hasta el referee paró en el 7º (de los 8 rounds previstos) la contienda para decirles a los púgiles, ya entre abucheos del público, que habían venido a pelear. Esto parece que les concedió nuevos bríos, porque al menos concluyeron con algo de acción. La victoria fue a los puntos para el ya asiduo ganador, Canal

Sin embargo, no eran buenos tiempos para el púgil nacido en Galicia. Menos de 15 días después se desplazó hasta Inglaterra para enfrentar al local Jack Bodell, con quien perdió en el segundo round. Esta derrota se unía a otras dos anteriores por la misma vía y en la que había dado la misma imagen: en Bilbao, en el mes de mayo, frente a Giorgio Masteghin (KO en el 1º) y en Roma ante Dante Cané en octubre (KO en el 2º). Fue entonces cuando la Federación, en la que Vicente Gil iba a dejar el puesto por estas fechas con la decisión tomada (aunque no dejó el de presidente de la EBU, que también ostentaba), decidió hacer uso de una cláusula por la que un púgil que había sufrido tres fueras de combate seguidos, podía ser inhabilitado temporalmente para salvaguardar su salud. 

La decisión fue polémica, sobre todo porque entre esas tres derrotas, se había encontrado el quinto enfrentamiento con Echevarría al que hemos hecho referencia. Quizá pesó la pésima proyección internacional que se había dado con esos combates perdidos fácil y rotundamente, pero lo que sabemos con certeza es que Canal era desposeído de su título de campeón nacional y de la licencia federativa. Aunque amenazó con incursionar en la lucha, lo cierto es que esperó hasta que se le devolvió la ficha. Esto no llegó hasta fines de febrero de 1967, ¡más de un año después! Tras un combate de rodaje, Canal era nombrado aspirante al título nacional, cuyo poseedor era ahora… no podía ser de otra manera: Mariano Echevarría

Benito Canal en 2010
El 10 de agosto se producía, pues, un nuevo capítulo de este duelo, otra vez en Bilbao, en el Pabellón de Deportes y ante 4.000 espectadores. Durante este tiempo sin enfrentarse, Echevarría había ganado mucho peso y ya superaba a su rival en este aspecto (recordemos que venía del semipesado). Canal, con mucho por demostrar, salió valiente al ataque, anotándose los primeros rounds. El ahora campeón, sin embargo, empezó a tomar la medida al combate poco a poco, y logró contrarrestar la técnica del aspirante con empuje y fuerza. En un lance hacia mitad del combate, Canal se quejó de una lesión en el hombro izquierdo. Los siguientes rounds no pudo hacer uso, apenas, de esa mano, por lo que fue presa fácil. Tras salir para el 9º, alzaba el brazo y abandonaba ante la imposibilidad de pelear en condiciones. Echevarría, algo que desde aquel primer combate no hacía, se tomaba cumplida venganza. 

El siguiente enfrentamiento no se produciría hasta un año después, también por el título de los pesados en juego. Fue el 15 de septiembre de 1968 y la novedad fue que se disputó en San Sebastián, en la Plaza de Toros. Un Echevarría muy pasado de peso no pudo con la mayor movilidad y técnica de su rival, que se imponía más o menos de manera fácil. Pero una mano del campeón abrió un corte tremendo en la ceja izquierda que, finalmente, llevó al árbitro a parar la contienda en el 9º. El público aplaudió a Canal reconocedor de que de no ser por esa herida y la detención, hubiera recuperado el cinturón. 

La vida de Canal empezó a cambiar, no por esto, sino porque contrajo matrimonio y pensó en abandonar el boxeo, aunque siempre declaraba que le gustaría hacer algún combate más y recuperar el cinturón de campeón. Unas cosas y otras llevaron a que no subiera al ring hasta nuevamente el 06 de Agosto de 1969, casi un año después y para escribir el último capítulo de la épica rivalidad. Ambos sabían, además, que el ganador alcanzaría una buena bolsa, pues debería defender ante la nueva sensación del boxeo español: José Manuel Urtain

Ningún sitio mejor que Bilbao y una abarrotada Vista Alegre, que dio cabida a casi 13.000 fanáticos. Los años y los kilos pesaron esta vez más en Echevarría, que se mostró muy lento, a pesar de la inactividad de su contrincante. Aunque  hubo asaltos en los que ambos se pararon a intercambiar golpes con fiereza, ambos abusaron de los amarres y la pelea fue algo deslucida. La técnica de Canal fue apuntándose rounds y, pese a que estuvo a punto de noquear a Mariano en el último, se impuso definitivamente a los puntos. A pesar de que retó a Urtain micrófono en mano, este poco después conseguía una oportunidad para disputar el campeonato de Europa, con lo que ese duelo quedó aplazado hasta que “el tigre de Cestona” perdió con Henry Cooper. Finalmente, Urtain ganaría fácil, en mayo de 1971, por KO en el 2º. Fue la última pelea del excampeón. 
Echevarría, a la derecha, junto a Urtain
Por su parte, Mariano Echevarría se enfrentó a Urtain cuatro meses más tarde que Canal, en septiembre. Rejuvenecido, Echevarría sorprendió al joven púgil con un fuerte ritmo desde el principio y que casi pudo mantener hasta el final. Incluso en el último round estuvo cerca de mandar a la lona al excampeón europeo. Finalmente, se decretó nulo, aunque el público recibió el veredicto con silbidos. Para ellos, así como para muchos cronistas de la época, Echevarría había ganado. 

Mariano Echevarría todavía extendería un poco más la carrera, retirándose finalmente en 1973. Su récord, 42-57-11. El de Benito Canal, mucho más escueto, fue de 22-11-4 (con esos comienzos poco claros). Por cierto, Boxrec y sus colaboradores españoles “mataron” al bueno de Canal en 1992, aunque al menos en 2010 seguía vivo y había regresado poco antes a su pueblo de origen. 

Sirva este pequeño artículo para homenajear a dos boxeadores, quizá ahora olvidados, pero que desarrollaron una rivalidad digna de ser resaltada en la historia del boxeo español. 

jueves, 25 de julio de 2013

El mundial en la montaña: Rafael Ortega vs "Uco" Lastra



Para LV

Cuando Cecilio “Uco” Lastra era paseado en hombros tras coronarse campeón mundial del peso pluma, versión Asociación Mundial de Boxeo ( AMB o WBA), por los estrechos pasillos que dejaban libres las sillas de ring del Recinto Ferial de Ganados de Torrelavega, culminaban unos vertiginosos meses en los que había tenido cabida la profunda decepción y, ahora, la gloria. Quizá representa el círculo que suele ser la vida, caracterizada por lágrimas de dolor e impotencia seguidas de otras de felicidad. Así de forma cíclica.

Esa noche, en pleno éxtasis, también se encontraba el otro protagonista de la historia, el mánager y promotor pugilístico (entre otras muchas cosas) José Luis Martín Berrocal, que conseguía tener un campeón mundial. Compartido, pues para esta velada había ejercido la co-promoción junto al hermano del boxeador. A él se le debe buena parte de la revitalización del boxeo español de la segunda mitad de los años 70, cuando se hablaba de una fuerte crisis en el mismo. Vientos de cambio en todos los sentidos, ya que la democracia española comenzaba a andar y el 15 de junio habían tenido lugar las primeras elecciones desde 1936.

"Uco" Lastra
Cecilio Lastra, nacido en Santander (en el barrio de Cueto) el 12 de agosto de 1951, se había coronado campeón de España del peso pluma en la capital cántabra, al derrotar al conquense Isidoro Cabeza por puntos en 12 rounds, en marzo de 1977. Llevaba tan sólo 16 meses de carrera profesional, si bien había realizado más de 120 combates en el campo amateur. Sólo tenía una derrota, cosechada ante el luego famoso Carlos Hernández y victorias ante hombres como Rodolfo Blanco, García Marichal o Guy Caudron, en el que consideraba mejor combate de su carrera en vísperas de la oportunidad mundialista.

Todo esto lo había colocado como aspirante al título europeo que estaba en posesión del púgil nacido en Membrilla (Ciudad Real), Pedro “niño” Jiménez. Pero antes, “Uco” tenía programada una defensa de su cinturón de España, lo que llevaría a cabo ante su gente el 20 de agosto. El rival, un emergente y pegador boxeador leonés, Roberto Castañón, al que había derrotado en amateur por abandono en el primero. En un dramático y fabuloso combate, el aspirante caía un par de veces y Lastra un total de 5, incluidas las tres en el asalto 11 que llevaron al TKO. Castañón se proclamaba nuevo campeón nacional, continuando una rivalidad que tendría un par de episodios más.

Antes de la pelea contra Ortega, Lastra confesaba que esa había sido su noche más triste. Y la desgracia no vino sola, ya que poco después la EBU anunciaba que le retiraba la condición de aspirante al título, que recaería en su verdugo. Para terminar de enredar la situación, Pedro Jiménez perdía su siguiente defensa, en septiembre de 1977, con otro excelente pluma español, Manuel Massó, también conquense  afincado en Barcelona (de hecho, los pueblos de Massó, El Pedernoso, y Cabeza, Las Pedroñeras, están al lado). En poco tiempo, de un futuro campeonato de Europa entre Jiménez y Lastra se pasaba al Massó vs Castañón, combate que tuvo lugar en Barcelona un día antes que el mundial del cántabro y que proclamaría al gran Roberto Castañón como campeón de Europa.

Como hemos apuntado, el gran artífice fue José Luis Martín Berrocal. Madrileño, su familia era la propietaria de la empresa de transportes La Sepulvedana. A principios de los 60 se inició como empresario taurino con la gestión de la plaza de toros de San Sebastián de los Reyes y también fue apoderado, ganadero e incluso llego a estar al frente de la gestión de Las Ventas. Además, una de sus hijas llegó a casarse con un torero y se hizo asidua (y sigue siéndolo) de las revistas de papel couché. Pero Martín Berrocal también estuvo ligado al mundo del deporte, por ejemplo como presidente, en los 60, del Recreativo de Huelva (creándose bajo su égida el Trofeo Colombino) e incluso intentó ya en el siglo XXI salvar, sin éxito, El Logroñés.

Pero quizá sea más recordado, en el ámbito deportivo, como mánager y promotor. La verdad es que allí donde pudiera haber dinero, Martín Berrocal siempre aparecía. Hombre muy dinámico, de grandes ideas, muy impulsivo, intentó sacar campeones europeos y mundiales en serie realizando grandes inversiones para el boxeo en nuestro país. Durante esta etapa su principal efectivo era el hispano-uruguayo Alfredo Evangelista, que había peleado con Alí  y que volvería de su mano al Madison Square Garden. También tenía otras figuras como el indomable y polémico Perico Fernández.
 
Martín Berrocal en sus últimos años

A finales de agosto, el match maker hizo un viaje por diferentes países latinoamericanos con un plan impresionante: intentaría cerrar las defensas de tres campeones mundiales en territorio español. Así, la primera idea era enfrentar a Alfredo Escalera contra Antonio Guinaldo por el título Superpluma del WBC (Consejo Mundial de Boxeo), a Kid Pambelé (Antonio Cervantes) con ”Dum-Dum” Pacheco siempre que este pudiera dar el peso (Superligero WBA) y a Rafael Ortega con “niño” Jiménez (WBA pluma). Este, sin embargo, afirmaba que estaba más cerca de pelear con Danny López, que era el campeón pluma de la otra organización, el WBC (el "coloradito" López sería más tarde verdugo de Castañón y perdería el título con el mítico Salvador Sánchez).

A pesar de que Berrocal no cerró ninguna pelea en un primer momento, lo que supuso una decepción para todos, a principios de octubre se informaba de que había logrado un acuerdo con el equipo del panameño Ortega para defender en nuestro país, posiblemente el 19 de noviembre. La pelea fue ofrecida por el promotor a Manuel Massó, que se había proclamado dos semanas antes campeón europeo, pero su gente creyó más sensato afianzar el título continental. Después, se le ofreció al leonés Castañón, campeón de España y al que Martín Berrocal llevaba tiempo siguiendo para valorar la incorporación a su “cuadra”. Este estaba a punto de cerrar, precisamente, su pelea obligatoria con Massó, por lo que también lo rechazó. Este combate ya citado, Massó vs Castañón fue también conocido porque el leonés dijo no a una gran oferta, se fue a subasta y al final ganó una bolsa mucho menor y tuvo que ir a Barcelona a pelear (Soria era el manejador del campeón).

 Sin púgil que oponer a Ortega, al final hizo la oferta a Lastra, que aceptó casi sin hablar de dinero. De hecho, trascendió lo que cobraría el panameño, 4 millones de pesetas (que al parecer fueron más), pero no lo del cántabro. El combate fue trasladado de la fecha inicialmente prevista al 17 de diciembre, y el lugar elegido fue Torrelavega, pues se podría realizar en el Recinto Ferial del Ganado, pudiendo dar cabida a unas 6.000 personas. Aproximándose la fecha, Martín Berrocal amenazó con llevarse a Bilbao la velada, ya que los gastos de alquiler del local eran muy elevados (500.000 ptas de la época). Finalmente, una reunión permitía el acuerdo entre las partes y se podría celebrar en la ciudad cántabra con un presupuesto de 8 millones, figurando como co-promotores Martín Berrocal y el hermano del púgil, José Lastra. Las entradas oscilarían entre las 4.000 y las 600 pesetas.

Rafael Ortega era un púgil, panameño, muy particular. Apodado “el brujo”, él decía que se podía deber  a que había realizado algunos combates en los que, tras ir perdiendo, remontaba. Cuando le preguntaban, respondía que se había hecho boxeador casi por necesidad, ya que era de una familia muy humilde. Además, no recomendaba que los niños quisieran ser boxeadores, sino que los animaba a estudiar y buscarse la vida por otros lares. Era un púgil correcto, técnico pero de poca pegada. Había debutado en el campo profesional en enero de 1970 y no había enfrentado a gran oposición, excepto quizá un Chucho Castillo hacia el final de su carrera y con el que perdió.

El campeón que no lo hubiera querido ser
Tenía un récord de 21-2-5 cuando alcanzó la oportunidad de pelear por el título que había dejado vacante el genial Alexis Argüello cuando subió de categoría. Así, en Enero de 1977 se enfrentaba al también nicaragüense Francisco Toro Coronado (14-9-0), quien realmente no tenía méritos claros contraídos para luchar por un título mundial. Pero la WBA, que en 1974 había dado un golpe de timón y en la que los dirigentes latinos se había hecho con el control (liderados por dos panameños), quizá tuviera un pequeño trato de favor. En pelea cerrada, “el brujo” se proclamaba campeón mundial. En mayo, se desplazaba hasta Japón para hacer la primera defensa, derrotando también por puntos a Flipper Uehara, en la que posiblemente fue su mejor pelea.

El sentir generalizado era que el combate sería difícil pero que no se trataba, ni mucho menos, de un rival inalcanzable como lo había sido el mexicano Carlos Zárate, quien el 7 de diciembre había peleado en el Palacio de los Deportes, con el título gallo WBC en juego y le habían bastado cuatro rounds para derrotar a Juan Francisco Rodríguez, en otra velada con Martín Berrocal de protagonista. El gran campeón mexicano había venido a sustituir a otras figuras anheladas como los citados Pambelé y Escalera (combate merecedor de una futura entrada en el post).

Una vez que los contratos estuvieron redactados, sólo quedaba resolver alguna cuestión. Entre ellas, que la WBA aceptara la pelea, pues “Uco” no se encontraba incluido entre los 10 primeros de su clasificación. También la Federación Española de Boxeo tuvo que acercar posturas con el organismo, pues hasta el momento el reconocimiento de nuestro país era hacia el WBC, a pesar de que José Durán ya se había proclamado campeón del mundo en Japón. A principios de diciembre, en los nuevos listados de la WBA, el español aparecía “milagrosamente” en el puesto nº 10, con lo que se daba luz verde al combate, si bien Elías Córdova (uno de los máximos dirigentes) establecía que el ganador debería defender obligatoriamente con Eusebio Pedroza.

Lastra se concentró para el combate cerca de Madrid, en Torrelodones. Su entrenador habitual era Victoriano Diego y, en ocasiones, también había colaborado en su acondicionamiento otro exboxeador santanderino: el excampeón de España del superligero José Luis Torcida. Pero Berrocal quiso que estuviera cerca de su gente de confianza, cuya cabeza visible era un joven y luego mítico Martín “Búfalo”, así que compartió gimnasio con Juan Francisco Rodríguez o… Roberto Castañón, que ya estaba bajo la influencia del promotor. El 8 de diciembre llegaba a España “el brujo” Ortega, para partir de Madrid a Santander y hacer allí el entrenamiento final.

Lastra en pleno entrenamiento

Ambos púgiles se vieron las caras por primera vez el miércoles anterior al combate, ya en el Hotel Rin de la capital cántabra. Hubo duelo dialéctico pero sin ningún tipo de alteración y reducido a yo ganaré y formalismos así. El panameño, medio riendo, dijo de Cecilio que “vaya pequeñajo”, pues le sacaba más de un palmo de estatura. El español le espetó: “Lo siento pero voy a romperte. El título se queda aquí: en la montaña”. Lo cierto es que ambos eran dos tipos estupendos, humildes, sensatos. Mientras tanto, la ciudad se preparaba para el evento, en especial el recinto: sillas, ring, adaptación de vestuarios, taquillas… 6.500 personas se calcula que asistieron (más de las permitidas inicialmente, incluso),  en una ciudad que entonces rondaba los 50.000 habitantes pero que disponía de una buena posición económica para la España de la época. De hecho, era conocida como “la ciudad del dólar”.

Tras los combates preliminares, donde Pedro Jiménez derrotaba al local Antonio Alonso Sanmiguel y Vicente Rodríguez a “Kiko” García, llegó la hora de la verdad. Como árbitro con derecho a puntuación, el venezolano Jesús Celis; los otros dos jueces, el panameño Medardo Villalobos y el español Jesús Bermejo. El combate empezaba y Lastra, al que todos daban posibilidades si se anotaba la victoria por la vía rápida, salió con gran empuje, demostrando que si se tenía que dejar la vida sobre el ring, lo iba a hacer. Pronto sorprendió a Ortega, quien quedó desconcertado por la valentía del español y su boxeo de zurdo, algo que lamentablemente desconocían en su equipo (habían trabajado con sparrings diestros).

En una de las ocasiones que “Uco” arremetió contra su rival, en el tercero, una mano izquierda nítida al mentón mandó al panameño contra las cuerdas y, sin estabilidad, a la lona. El júbilo se disparó, aunque Ortega logró vencer a la cuenta y la campana impidió que Lastra finiquitara la contienda. Si hasta el momento el campeón había realizado un combate poco fluido, esto se iba a agudizar. Abusó del clinch, intentado que el santanderino se desquiciara y no pudiera meter sus manos, usó alguna que otra argucia fuera de reglamento para desquiciarlo… pero el que conseguía puntuar era el aspirante, que lanzaba una y otra vez esa izquierda (quizá poco ortodoxa) en la que se dejaba el corazón.

Momentos previos al campanazo inicial
Con el pasar de los rounds el combate fue equilibrándose, con un Ortega que lograba meter su derecha, aunque poco dañina, e imponer su gran juego de piernas: caminaba bien el ring, metía alguna izquierda abajo, pero cuando el español atacaba, directamente se agarraba. “El brujo” parecía que podía ejercer como tal y dar la vuelta al combate, especialmente en los rounds 11º y 12º, ampliamente dominados por su parte. Sin embargo, el montañés nunca desfalleció, y con el apoyo de un público que jaleaba cada una de sus acciones, llegó al round final dando la cara. Tras finalizar el 15º, el clima era de plena confianza en la victoria del español. Se anunciaron las tarjetas y el Recinto Ferial estalló, si era posible hacerlo más: Cecilio “Uco” Lastra era el nuevo campeón del mundo. El séptimo español que lo conseguía.

Ortega, casi inmediatamente, anunciaba su retirada. Como hemos dicho no le gustaba el boxeo y ya había conseguido, además de una muy buena bolsa, el sueldo mensual vitalicio que su país otorgaba a todo campeón mundial (unas 25.000 ptas españolas de la época). Por su parte , tras un par de negociaciones que quedaron en nada, perdería el título (aunque ganaría una buena y merecida bolsa) en su siguiente combate contra el retador obligatorio, el citado Eusebio Pedroza, cuya leyenda empezaría ahí. Sirvan estas palabras como homenaje al valeroso púgil cántabro, al que un puñado de “locos extraordinarios” andan estos últimos meses reivindicando y ofreciendo un reconocimiento más que merecido.






lunes, 15 de julio de 2013

Madrid se viste de gala: Laszlo Papp vs Luis Folledo



Papp vs Folledo, combate celebrado en Madrid, fue un acontecimiento histórico por diferentes motivos. Por un lado, visitó España en la mejor etapa de su carrera un boxeador irrepetible, una verdadera figura. Posiblemente el mejor púgil que ha pisado España para enfrentar a un boxeador nacional,  incluso por delante del mexicano Carlos Zárate (este frente a Juan Francisco Rodríguez en 1977, la noche en la que regaló una gorra a José Alicante) y Max Schmeling o Primo Carnera, rivales ambos antes de la Guerra Civil de Paulino Uzcudun en peleas celebradas en Barcelona (a Schmeling vs Uzcudun II ya dediqué una entrada). Otros legendarios nombres como Julio César Chávez, Pernell Whitaker o Azumah Nelson pelearon en este país pero contra rivales extranjeros. 

Luis Folledo, por su parte, era una celebridad en la época, capaz de protagonizar un extenso reportaje en el Blanco y Negro de ABC. En él, y en el resultado de este combate, se ponían muchas esperanzas del futuro inmediato del boxeo español. Habían pasado ya los años en los que Young Martín (mosca) y Galiana (pluma) habían dominado Europa y las principales referencias eran ahora Mimoun Ben Alí, quien se proclamaría campeón europeo gallo en fase de negociación del combate que nos ocupa (y lo perdería unos días después de celebrado), y el propio Folledo

Luis Folledo gozaba de gran fama en la época

 Ambos púgiles estaban, además, muy bien posicionados en las listas mundiales que The Ring publicaba periódicamente, por lo que se suponía que si el madrileño lograba derrotar a Papp, podría tener una pronta oportunidad de asaltar el título mundial de los pesos medios. Desde que terminó la contienda, sólo dos boxeadores españoles habían logrado ese honor, aunque salieran derrotados: Luis Romero en 1951 visitó Sudáfrica para perder por puntos con Vic Toweel y Young Martín en 1957 se fue hasta Buenos Aires para hacer lo propio por KO frente a Pascual Pérez. En 1961, el barcelonés Juan Cárdenas se había enfrentado al norirlandés Johnny Caldwell, campeón mundial, pero contrariamente a lo que afirma alguna publicación, fue una pelea sin el título en juego y a 10 rounds. 

Papp, 3 oros en JJOO
Además, no puede dejarse de lado que el enfrentamiento también pudo venderse no sólo como un choque deportivo, sino también de concepciones del mundo opuestas. Folledo era un representante de la nación “vigía de Occidente”, mientras que Papp procedía del otro lado del telón de acero, del bloque comunista. En realidad, el genio húngaro era una rara excepción de deportista profesional en el bloque controlado por la URSS, que realmente era quien dominaba el gobierno del país magiar, especialmente tras aplastar la Revolución de 1956, que sorprendió a los principales deportistas del país (entre ellos a Papp) compitiendo en los Juegos Olímpicos de Melbourne. España, junto a Holanda y Suiza, por ejemplo, se negó a acudir a este evento como protesta por la represión soviética. 

Laszlo Papp, nacido en 1925, fue uno de los mejores peleadores amateurs de la historia, puede que junto a Rigondeaux, Teófilo Stevenson y algún otro. Consiguió ganar 3 medallas de oro en Juegos Olímpicos (Londres, Helsinki y Melbourne) y 2 en Campeonatos de Europa, debiendo recordar que Mundiales no se celebraron hasta 1974. En 1957 decide pasarse al profesionalismo, aunque estaba prohibido en Hungría. Sin embargo, se le concede una especie de “favor” para que pueda ejercerlo fuera. Su base será Viena, donde llevará a cabo varios combates, pero también subirá al ring en varias ciudades alemanas, París o Milán.

En mayo de 1962, precisamente en Viena, Papp desafía al campeón europeo del peso medio, el danés Christian Christensen a quien gana por TKO en el 7º round, fruto de un corte. Este lo combate lo realiza con licencia austriaca y ante casi 20.000 espectadores, pues ya se había convertido en uno de los principales deportistas de su país de adopción boxística. En los meses siguientes, hasta marzo de 1963, realizó otras tres defensas, ganando antes del límite. El húngaro estaba inmerso en alguna pelea de rodaje cuando se le comunicó que su siguiente rival obligatorio era el español Luis Folledo

Folledo y su otra dedicación

Folledo, nacido en plena contienda bélica en 1937 en el barrio madrileño de Las Ventas, representaba la ascensión desde un origen muy humilde hasta el estrellato a través del deporte. Se había acercado a un gimnasio por primera vez para intentar hacer frente a su aspecto escuálido. De hecho, en amateur y a pesar de su altura, comenzó a pelear en mosca, mientras que después despuntaría en profesional en el peso mediano (cierto púgil filipino no ha sido el primero, ni mucho menos). Segundo Bartos fue el encargado de dirigir su paso al boxeo rentado, a finales de marzo de 1958. 

Justo dos años después se convierte en campeón de España del peso wélter, título que defendería en 8 ocasiones antes de dejarlo vacante para ganar el del mediano, que hasta la fecha del combate había revalidado otro par de veces. Sus dos únicas derrotas en un colosal palmarés de 78-2-1, habían sido en combates internacionales y a lo puntos en Inglaterra (Brian Curvis) y Dinamarca (el propio Christensen sin título por medio). 

A finales de julio se celebraba la subasta y esta vino acompañada de polémica. Las federaciones española y alemana acusaron de existir irregularidades en el proceso y apertura de sobres, ya que esta no era pública sino que el secretario general de la EBU (European Boxing Asociation o Asociación Europea de Boxeo) y “enemigo” de la Federación Española, Edouard Rabret, lo hacía a solas en su despacho. La Federación de Boxeo de España, a pesar de lanzar una gran oferta para tratarse de un organismo no dedicado a la promoción, sólo quedaba quinta, tras París, Viena, Hamburgo y… Palma de Mallorca. 

Pasados unos días se comunicaba que el ganador de la subasta, era el magnate alemán con negocios hoteleros en Barcelona y Palma de Mallorca, y que su intención era llevar el combate a Madrid (aunque todavía no se descartaba la isla balear). Combate que no debía celebrarse, según dictamen de la EBU,  después del 30 de septiembre y para el cual se pensaba en la plaza de toros de Las Ventas o el Estadio de Chamartín, con mayor aforo y que posibilitaría que las entradas se colocaran a un precio más asequible.

Sin embargo, a medida que las fechas pasaban, los problemas empezaron a rodear el combate. Primero, se habló de una pelea por el título mundial entre el campeón, el nigeriano Dick Tiger, y Papp, que por normativa podía retrasar 90 días el combate con el español. Descartado esto, el húngaro cayó enfermo como consecuencia de una infección provocada por una vacuna contra la viruela que le pusieron en Budapest. Todo esto trasladó el evento al 6 de noviembre y al Palacio de los Deportes, pero a principios de octubre el equipo del campeón volvió a pedir una prórroga. La Federación española, visiblemente enojada y defendiendo la idea de que Papp no quería venir a España, solicitó que se estableciera una fecha definitiva y si el púgil magiar no venía, se nombrara un sustituto para enfrentar al español por el cinturón.

A Papp le acusaron de tener miedo
Folledo afirmaba en la prensa que sabía que esta fecha no sería la definitiva, y que tras decir lo de la vacuna, seguro que otro día “dice que tiene tifus”, que su rival sabía que perdería el cinturón y por eso no quería venir a Madrid. Mientras tanto, seguía dedicando tiempo a su otra pasión, el toreo. De hecho, tenía pensado debutar después del combate contra Papp como novillero y, como el primero se había retrasado, ahora lo haría antes del campeonato de Europa. Sería en Segovia el día 27. También, muy al uso de la época, participó en otros combates: en octubre peleó, con victoria, los días 11 y 30.

Sobre el 10 de octubre llegaba la respuesta definitiva de la EBU: se peleaba antes del 9 de diciembre o Papp perdería el título. Se adoptó el día 4 de ese último mes del año (aunque volvería a moverse al 6) y el consabido Palacio de los Deportes, que a diferencia de los recintos veraniegos “sólo” podía albergar a 15.000 personas. Por ello, y para recuperar la inversión, el precio de los tickets de la velada fue muy elevado: 1.000 pesetas de la época la primera fila de silla de ring y 60 la más barata (de pie). Para que la gente no se viera tentada de quedarse en casa, la Federación decidió que no se televisaría. Poco después se anunciaba que el campeón húngaro llegaría a París, donde entrenaría para el combate en el gimnasio de Bretonnel, afamado hombre de boxeo del país vecino. Folledo, por su parte, respondió anulando unos días antes de producirse su debú en el toreo.

La llegada de Papp a París se retrasó hasta los últimos días de la preparación, pues el lunes 18 de noviembre salió de Budapest. El 29 de ese mismo mes, 8 días antes del combate, el expreso de Hendaya, procedente de París, llegaba a la madrileña Estación del Norte. De él se bajaba Laszlo, quien era recibido por personal de la prensa y, especialmente, por Nemes y Puskas, quienes le acompañarían estos días y le servirían, en no pocas ocasiones, de traductores. La primera ocasión cuando, tras su acomodo en el Hotel Plaza, allí dio su primera rueda de prensa. En todo momento fue muy respetuoso, como siempre lo era, alejado de otros clichés  pugilísticos. “Folledo me ha parecido un buen púgil, rápido, técnico, entero… en fin, será mi más peligroso enemigo, porque para mí el más difícil es siempre el próximo”, explicaba Papp a través de la voz de Puskas.

También aseguraba que, en caso de derrota, Folledo le daría la revancha. Un Folledo que no en pocas ocasiones había afirmado que lo noquearía; incluso se dice que al algún medio declaró “voy a torear al Papp ese”. Sin embargo, es justo decir que el madrileño no era especialmente un bravucón: era un hombre de origen humilde que gracias al boxeo había podido acomodar a sus padres y sus cinco hermanas, pero que solía tener los pies en el suelo.

Una entrada del combate

La expectación por el combate iba en aumento. El lunes, Papp hacía un entrenamiento público en el Palacio de los Deportes, con opiniones de todos los tipos, aunque los especialistas reconocieron que se trataba de un boxeador excepcional. Seguidamente se marchó a su hotel para recuperar fuerzas con la comida que había traído consigo de Hungría. Por su parte, Folledo pasaría esta semana entrenando en La Casa de Campo. La Federación, por su parte y en boca de su presidente, Vicente Gil, afirmaba que hacía tiempo que había ingresado en un banco de Frankfurt la cifra de un millón de pesetas, que era la bolsa del húngaro. El mecenas alemán parece que había dejado el asunto en manos del organismo nacional.
 
Y llegó la noche del combate. Ambiente de gala en Madrid (casi 3 millones de recaudación) para intentar ver coronarse a nuestro campeón europeo nº 13. Entre los asistentes más cercanos al ring, cinco ministros del Gobierno (Castiella, López Bravo…), el delegado nacional de Educación Física y Deportes y el capitán general de la Primera Región. Al lado, el todavía príncipe Don Juan Carlos y su primo Alfonso de Borbón, junto al jefe de la Casa Civil y el director general de seguridad (Arias Navarro). Y también personalidades como Cajigal, Samaranch, Francisco Urquijo, Saporta, Emilio Romeo, Pedro Chicote, Luis Miguel Dominguín, Boby Deglané, Puskas, Kubala, Gento, Di Stéfano o Jean Paul Belmondo (que… 50 años después, el sábado pasado estaba en la velada de Mónaco). Y muchos, muchos más en un Palacio de los Deportes que veía, posiblemente, el evento pugilístico más grande acaecido en Madrid hasta el momento. Tras dos combates previos, uno de ellos protagonizado por Galiana, llegaba la hora de la verdad.

A pesar de que los pronósticos parecían estar igualados (imagino que habría que hacer patria), desde un primer momento el campeón demostró ser mejor boxeador. Más bajo y de muchísimo menor alcance que el madrileño, hizo de la media distancia su perfecto hábitat, a lo que ayudaba su rapidez de piernas. Ya en el primero, un par de acometidas le permitieron meter las primeras manos claras (aunque zurdo, al húngaro le pesaban ambas manos). En el tercero, sin embargo, boxeando claramente a la contra y manteniendo un activo jab, Folledo parecía empezar a remontar un combate que se había iniciado contrario a sus intereses. En el cuarto, el campeón volvía a llevar la iniciativa.


2ª caída del español
La gran diferencia física

Papp retenía, así, su cinturón
El round 5º fue el que empezó a declinar la balanza de forma clara. A pesar de que Folledo había contraatacado con acierto unos segundos antes, en una nueva entrada rápida de Papp, este conecta un uno-dos que acaba con el español en la lona. El madrileño se levantaba rápidamente (no existía la cuenta reglamentaria de ocho) aunque visiblemente dañado: la campana le salvará de un castigo más severo. El púgil centroeuropeo siguió con su plan de pelea en los dos siguientes asaltos, sin buscar alocadamente la definición; pequeño respiro para su rival, que buscó mantenerle a distancia con el jab y los pasos atrás, lo que hizo que la multitud pensara que todavía era posible tener un campeón español.
 
Ambos púgiles tras la batalla
Sin embargo, en el octavo un duro crochet mandaba nuevamente al aspirante a la lona; una vez en pie, en esta ocasión con mucho tiempo por delante, Papp se lanzó a por su rival lanzando diversas andanadas de golpes que no encontraron respuesta. El árbitro inglés, Ike Powell, paró el combate, aunque surgieron varias protestas al creer que Folledo podría seguir. La diferencia, realmente, era mucha. La decepción fue tremenda y en los días siguientes no fueron pocos los que se preguntaron si Luis Folledo no estaba todo lo centrado que debería en el boxeo. A pesar de ello, siguió con el toreo y también tuvo otras dos oportunidades al título europeo del peso medio, aunque perdería las dos en Italia: frente a Benvenuti y al argentino, nacionalizado italiano, Juan Carlos Durán.


Papp, por su parte, realizó un par de defensas más y cuando por fin alcanzó la oportunidad del ansiado título mundial y tenía un contrato firmado para disputar ese combate, las autoridades húngaras decidieron no concederle el visado para viajar a Estados Unidos a enfrentar al campeón (Joey Giardello). Desencantado y sin rivales en el viejo continente, el genio húngaro anunciaba su retiro, manteniéndose invicto en 29 combates (27-0-2). En 1989, el Consejo Mundial de Boxeo lo homenajeaba y le nombraba honoríficamente como “El mejor boxeador aficionado y profesional de todos los tiempos”. Un par de años antes de su muerte, en 2001, entraba con toda justicia en el International Boxing Hall of Fame. Sin duda, uno de los grandes.


Quizá el caso más claro de campeón sin corona